Friday, December 12, 2003

Para Vaclav Havel, el anti-heroe

HOMENAJE



por Domingo Noriega

“Esperanza definitivamente no es lo mismo que optimismo. Esperanza no significa estar seguro de que algo saldra bien, sino tener la certeza de que algo tiene sentido, no importa su resultado"
Vaclav Havel


Digno de admiración es sin duda el ex-presidente checo Vaclav Havel. Hijo de burgueses, vivió de niño el brusco cambio al socialismo de la Checoslovaquia de post-guerra. Experimentó, como cualquiera de los que hemos vivido bajo el socialismo real, escuelas doctrinarias, labores en el campo, servicio militar, discriminación religiosa. El teatro fue su pasión y lo cultiva y triunfa en él desde fechas tempranas. Fue de la generación de jóvenes que tuvo la dicha y la desgracia de ver a la primavera de Praga florecer con la sonrisa de Alexander Dubcek y marchitarse bajo los tanques de Leonid Breshnev.

Pero Vaclav Havel nunca se exilió, prefirió siempre mantenerse en su patria, en empleos triviales, manejando taxis, limpiando pisos y así, siendo un ciudadano de segunda categoría, forma parte del selecto grupo de disidentes que firmaron la “Carta 77” donde exigían al regimen checo respeto por los derechos humanos. Unos años mas tarde liderea el Foro Cívico, grupo responsable del éxito de la llamada “la revolución de terciopelo”, un proceso de transición pacífico a la democracia en su país.

Pero mas alla de sus gestiones políticas está el Havel de profunda sensibilidad humana, virtud claramente demostrada en sus “Cartas a Olga”, su entonces fiel compañera de los años duros de prisión y ostracismo. Está el Havel amante de las artes, de los Beatles, el que lamentó como cualquiera el asesinato de John Lennon, el Havel que es, en fin, uno mas de nosotros, el siempre joven de corazon, quizás el jefe de estado con el que mas a gusto se encuentran los jóvenes, que colman los predios de Castillo Hradcany para obtener siquiera un vistazo de este singular antiheroe.

Creo que mas que líderes con machetes y caballos y barbas y fusiles y micrófonos y dólares, lo que necesitaría esa Cuba nuestra, que por tantos años ha sido víctima de caudillos, politiqueros e imperios avasalladores, es de gentes como el genial católico checo, digno sucesor del buen rey Wenceslao y de Jan Palach, que supo conducir una revolución del espíritu entre sus compatriotas, sin sangre, odios o resentimientos.