Friday, October 26, 2012

Menoyo y yo



Menoyo y yo…
Desde niño sentí fascinación por el personaje de Eloy Gutiérrez Menoyo.  Muchas fueron las razones, empezando por que tenía, en aquel álbum de postalitas de la Revolución Cubana patrocinado por las conservas Felices, a los comandantes separados entre los ‘buenos’ y los ‘malos’.  Eloy se encontraba entre los ‘malos’, junto a Rolando Cubelas, Humberto Sorí Marín, Hubert Matos y Raúl Chibas.  Claro que como siempre, yo le iba a los malos y sabía exactamente el destino de cada uno de ellos.  Quizás también coincidía en que yo vivía muy cerca del Eloy Club, uno de esos “huecos” mas que clubes a los bajos de los edificios del Vedado, que milagrosamente mantuvo el nombre del dueño hasta mediados de los 1970’s o sea, los primeros 10 de los 22 años que el comandante del segundo frente del Escambray estuvo preso en Cuba. También tuvo mucho que ver en mi interés por Eloy la realidad del entorno de amigos que me rodeaba.  Muchos tenían familiares o conocidos presos, así que uno se enteraba de cómo, por ejemplo, fue Eloy Gutierrez Menoyo uno de los presos mas golpeados y firmes en sus convicciones en la cárcel.
Pasó el tiempo, y con el diálogo entre el gobierno cubano y la comunidad cubana en el exterior en la época de Carter, salieron prácticamente todos los presos políticos históricos.  Ese no fue el caso con Menoyo, pues denunció ese proceso y se mantuvo plantado.  Siempre estuvo contra la corriente, y eso me gustaba de él.  Cuando al fin salió de Cuba el 20 de diciembre el 1986, era el líder espiritual de Alfa 66 y fue vitoreado por miles a su llegada a Miami.  Ahí fue cuando Eloy sacudió al establishment del exilio y se declaró por el dialogo y la reconciliación nacional.  
Fue en ese momento donde más admiración sentí por el comandante.   Soy de los ilusos(?) que cree firmemente que la solución del problema cubano tiene que producirse por medio de un dialogo y a través de la reconciliación nacional.  Hay que ceder, perdonar sin olvidar, empezar por poco hasta llegar a algo.   Traté de entrar a una charla que dio en Tampa en el 1994, pero nuestros compatriotas, tan siempre tan dados a absolutismos  y alentados por los microfoneros locales del momento, montaron una especie de acto de repudio en la Universidad del Sur de la Florida, que hizo la entrada al local imposible.  Me quede sin verlo.
No fue sino hasta un bello dia de primavera del año 2000, en que pude al fin conocerlo en persona.  Fue en casa del reverendo Leónides Pentón, también expreso político, en Lakeland.  Me encontré a un Eloy lleno de vida, todavía fumando sin parar, con dos pequeños hijos, varones los dos y de la misma edad que los míos.  Cuando aquello estaba casado con la hija de Rafael Huguet, uno de sus compañeros de lucha.  Fue una tarde entera debajo de los álamos de la casa de Pentón, contándonos sobre su vida y su perspectiva sobre la Cuba actual.  No me pareció que sonaba como un oportunista, ni vanidoso, ni un ebrio de protagonismo u otras tantas lindezas que muchos de forma fácil le endilgan.  Era un hombre obsesionado por Cuba, su pasado, presente y sobre todo su futuro.   Le rogué que por favor escribiera sus memorias y me dijo que las estaba haciendo.  Ojala y Patricia su hija las tenga.  Un tiempo después tuvo la audacia de regresar a Cuba, por segunda vez, pero esta vez en son de paz.  Fue tolerado, mantuvo un perfil bien bajo, solo un manojo de entrevistas en los últimos años es la constancia de estos días finales.  Falleció como tantos otros antes que el, soñando con una Cuba mejor por la que luchó como mejor pudo.     
Eloy Gutiérrez Menoyo, cubano nacido en Madrid en 1934, comandante de la revolución que depuso al dictador Fulgencio Batista, dictó este texto a su hija durante su enfermedad para que fuese publicado a su muerte:
El año 1959 registró un acontecimiento que parecía marcado por la poesía: la Revolución Cubana. De aquella Revolución, esparcidos por la isla y por el mundo, quedan hoy restos dolorosos de un naufragio. En el 2003 regresé a Cuba. Enemigo en un tiempo del Estado cubano y percibido así oficialmente, intentaba una actividad pacífica que fecundara a favor de un espacio político. Durante años, desde el exilio en visitas puntuales a Cuba, habíamos dialogado con este gobierno con vista a una apertura política. Con el país hecho añicos, sin el socorro de la desaparecida esfera comunista, no le quedaba a Cuba otra salida que no fuera el cambio.
Así se lo manifesté a Fidel Castro en nuestros encuentros que consideré breves pero sustantivos. Sin embargo, desde mi llegada sorpresiva, no se me ha extendido el carnet de identidad ni se me ha otorgado el espacio político que se discutió en un tiempo. Es cierto que se ha tolerado mi presencia pero ello ha ocurrido bajo el ojo orwelliano del Estado que se ha preocupado por observar de cerca a nuestra militancia.
En el tiempo que he pasado aquí, he visto también la destitución de sus cargos de algunos de los funcionarios oficiales que compartieron conmigo y otros activistas de Cambio Cubano, no sólo la preocupación por los problemas que asolan a nuestro pueblo, sino también la urgencia de producir la necesaria apertura política. Esa apertura política traería consigo grandes transformaciones que se hacen impostergables y para las cuales no faltó en los momentos de nuestras conversaciones cierto estímulo alentador por parte del más alto liderazgo de este país.
Hoy día, sin perder mi fe en el pueblo cubano, denuncio que aquella empresa, llena de generosidad y lirismo, que situaría de nuevo a Cuba a la vanguardia del pensamiento progresista, ha agotado su capacidad de concretarse en un proyecto viable.
Comparto esta realidad con los mejores factores del pueblo cubano, estén en el gobierno, en sus depauperadas casas o en el exilio, y asumo la responsabilidad de este tropiezo a la vez que me reafirmo en las ideas que en su inicio suscitaron la admiración de amplios sectores cubanos e internacionales. Hago esta declaración en medio también de un diagnóstico médico en lo que va menguando mi salud personal. Asumo la responsabilidad de esta batalla y no me amedrenta el hecho de que algunos puedan calificarla de fracaso. La voluntad de perpetuarse en el poder de Fidel Castro ha podido en este caso más que la fe en la posible renovación de los mejores proyectos cubanos desde fecha inmemorial. ¿Cuál es la Cuba a la que me enfrento hoy en medio de mi enfermedad? Es una Cuba desolada en la que el carácter ético del proceso de 1959 se ha hecho inexistente. El ciudadano ha ido perdiendo consciencia de sí mismo: se resiste aunque a veces no lo exprese y la juventud se sustrae y convierte el deseo de escapar en una obsesión desmesurada. Grandes sectores de la gente de a pie ya sabe de memoria que esta revolución ya no tiene sentido moral. El cubano ha ido perdiendo su esencia. Sobrevive en la simulación y en ese extraño fenómeno del doble lenguaje. Las estructuras son irracionales. La extranjerización de la economía se monta precariamente sobre una fórmula absurda y desbalanceada que excluye el protagonismo y la iniciativa nacional.
El gobierno que pregonó ser del pueblo y para el pueblo no apuesta por la creatividad y la espontaneidad nacional y el sindicalismo brilla por su ausencia.
Me ha tocado vivir de cerca la ardua faena de intentar hacer oposición en este país. He sido firme en mi posición independentista y en mi llamado a marcar distancia de cualquier proyecto vinculado a otros gobiernos. Pero el gobierno cubano ha sido tenaz en su minuciosa labor de hacer invisible a la oposición, a la que se coacciona y cohíbe de movilizarse y no se le permite insertarse en las áreas importantes de las comunicaciones o la legislación.
¿Cómo indemnizar a un país por 50 años de disparates contra su ciudadanía? ¿Cómo se indemniza a un pueblo de tantos daños directos contra la colectividad y el ciudadano? ¿Cómo se le indemniza de los errores por consecuencia?
El gobierno cubano no deja duda de su incapacidad de crear progreso. Como resultado de esta realidad el cubano deambula por sus calles como un ciudadano disminuido, inquieto, triste e insolvente. En la mentalidad de los que se aferran al poder a toda costa ese ciudadano es el modelo y candidato perfecto a la esclavitud. La Constitución no funciona. El sistema jurídico es una broma. La división de poderes no es siquiera una quimera. La sociedad civil es, como el progreso, un sueño pospuesto por medio siglo.
¿Burla la justicia la madre desesperada que busca leche para su hijo en la bolsa negra? Hace unos 60 años, Fidel Castro se dirigió a un magistrado, en medio de una dictadura pero con prensa libre como testigo, y explicó que si se le acusaba por uso de fuerza militar revolucionaria, ese agravio, ese desacato a la ley, y aquella querella oficial contra él, debían ser desestimados ya que el gobierno existente era producto ilícito de un golpe de estado. Aquella lógica, inexpugnable y cierta, podría aplicarse hoy día, en nombre de la oposición para decir que el gobierno cubano hace un grosero uso del poder absoluto y que su consolidación a perpetuidad es una intolerable disposición testamentaria. Se usaría bien aquel planteamiento de Fidel ante un magistrado para decir que nadie puede hacerse custodio eterno de un país ni llevar adelante una meticulosa empresa de abolir la realidad y de paralizar el avance. También se me ocurriría preguntar dónde está la dirección originaria del proceso por el que murió mi hermano Carlos o cuándo terminará la desazón de sentir que el futuro está hipotecado. Durante 50 años de destreza política y control policiaco el cubano ha sido un verdadero héroe de la subsistencia dentro de un laberinto dialéctico. Ha manejado el desencanto y el extravío y el desdoblamiento y la fatiga. ¿Qué tiene de nuevo que decirle este gobierno a ese cubano acerca de su destino incierto? Según los médicos, mi diagnostico es irreversible. Voy sintiendo que cada día será más opaco y a la vez más cierto en la brevedad de mi destino. No temo el diagnóstico que parece ser una ruta y la caminaré con calma y con esperanza en el futuro de Cuba, esta tierra de hombres y mujeres inigualables. Quisiera decir que me reitero en las ideas que alentaron en mí y en mis hermanos mis padres generosos; ni tamizo ni renuncio a mi vinculo con la socialdemocracia, una vinculación que es, cada vez más, a partir de la visión incluyente de la historia; las posibilidades de éxito de cualquier visión política se engrandecen o achican a partir de la generosidad y el sentido de compromiso colectivo, la capacidad de acuerdo de sus portadores.
Si ofendí a alguien, si los fantasmas de las diferentes contiendas me tentaron a faltarle a la generosidad, pido benevolencia, al igual que olvido a quienes pudieron haberme juzgado de manera apresurada hoy reflexiva. Creo haber servido a Cuba en diferentes etapas por encima de los errores de mi autenticidad, de cualquier falta de visión de mi parte o de cualquier terquedad en el camino. Durante la revolución, creo haber sido una voz de humanismo que se manifestó quizá mejor en el sentido de oponerme a los fusilamientos. Haber vivido en mi infancia la guerra civil española me había preparado para intentar al menos el dominio de las pasiones. No creo haber sido de los que permitieron el reverso del sueño que acabó en convertirse en la peor pesadilla. Alguien podría interpretar este documento como un lamento pesimista. Sin embargo, no es ese su propósito como no va en él ninguna forma de cólera aunque me haga eco de estos duros quebrantos de la familia cubana a la que me uní desde mi niñez al llegar a Cuba como miembro de una familia de exilados españoles republicanos. Mi optimismo se basa en la fuerza telúrica de esta isla; en la ternura infinita de la mujer cubana; en el poder de innovación de su gente más sencilla. La herencia de perdurabilidad de la Nación cubana resistirá todos los ciclones de la Historia y a todos los dictadores. Varela es más que una seña. Maceo es más guía que guerrero admirable. Martí no es una metáfora. La suerte llegará. Cuando el último cubano errante regrese a su isla. Cuando el último joven nacido en Madrid, en Miami o en Puerto Rico se reconozca en la isla. Cuando sanen las heridas y desaparezca el dolor habrá un pueblo que tendrá cautela de celebrar su nueva dicha y de cuidarse de magos iluminados y de proyectos mesiánicos. Porque, no importa cómo, la suerte llegará: delgada, silenciosa y frágil como una mariposa llena de júbilo, como una señal para este pobre pueblo que merece algo mejor. Yo sé que habrá una mariposa que se posará en la sombra. Me habría gustado poderle decir que habría querido dar más; acaso ella habría entendido que sólo pude dar mi vida y que tuve el privilegio de ser parte de esta isla y de este pueblo.


Friday, October 19, 2012

Canto a Malala

El mundo desde aquel día uno
Se balancea entre el bien y el mal
El bien que es bello y débil
El mal que es terco y fuerte

El bien es diáfano e inocente
El mal es vil y asesino
El bien es la niña y su laptop
El mal es el fanático con fusil y Corán

El bien es una niña paquistana
Recitando sus poemas y sus ansias
El mal es un talibán con envidia y odio
Cazando a la niña como a un ciervo

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Por ahora Malala ya no habla
Ni teclea sueños en su laptop
Pero hablan por ella todas
Las niñas de allá y de siempre

Las que le ganan a los varones
En el estudio y el trabajo
Y que un dia serán madres
De mas Malalas, bellas y eternas

Wednesday, July 25, 2012

Asunto: Homilia-J Ortega-Payá Homilía pronunciada por S.E.R. Cardenal Jaime Ortega Alamino, Arzobispo de La Habana, en la Misa Funeral de Oswaldo Payá Sardiñas. Iglesia Parroquial de El Salvador La Habana, 23 de julio de 2012.
Queridos hermanos y hermanas, queridos familiares y amigos: En este momento, en que la inesperada muerte de nuestro hermano Oswaldo Payá nos sume en un dolor rayano en el desconcierto, hagan un esfuerzo por levantar con fe la mirada a Dios, recordando las palabras de Jesús, que nos dice: “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré”. Sí, eleven la mirada al Señor, “contémplenlo –como dice el Salmo – e, incluso en la oscuridad de este momento de lágrimas quedarán radiantes”, pues, como añade el mismo salmista: “Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha y lo salva de sus angustias”. Ante una realidad tan dolorosa, la Palabra de Dios nos introduce de modo sereno y claro al misterio de la muerte, no sólo cuando el libro de la Sabiduría afirma que Dios nos ha creado para la inmortalidad, sino aún más cuando Pablo nos dice cuál es la verdadera condición de ese hombre inmortal creado por Dios: la muerte no nos lleva a una prolongación indefinida de una vida cuyos contornos no conocemos. La muerte es una plenitud de vida en Cristo, que incluye un cuerpo reconstruido, renovado como el de Jesús resucitado y la novedad de esa vida plena no está medida por el tiempo, no está sujeta a altibajos. Siempre, sin embargo, es doloroso el tránsito de la muerte, que nos arranca de la única vida de la que tenemos experiencia existencial: con sus alegrías y sus penas, con las cañadas oscuras a través de las cuales pasamos de la mano de Cristo Buen pastor, con el gozo y la paz de alimentarnos a la mesa que Él nos ha preparado enfrente de nuestros enemigos, con la esperanza de ir a los prados eternos para ser apacentados por el Buen Pastor para siempre; sí, ya no quedará en nosotros nada de esto, ni más fe, ni esperanza, sino sólo el amor, porque Dios es amor y nos introduce en su amor sin límites. Y desde allí seguimos amando a quienes hemos querido, a la familia, a los amigos, a la Patria, a la humanidad, con un amor purificado, porque siendo ese amor todo nuestro, estará penetrado todo del amor de Dios. Sólo la fe cristiana puede hacernos ver la vida, el mundo, nuestra historia personal, familiar y social de este modo. La fe nos descubre ese algo más que reclama de nosotros sobrepasamientos, sacrificios, olvido de nosotros mismos en nuestra vida mortal. Pero bien nos dice Jesús en el Evangelio que estemos preparados, porque puede llegar ese tránsito doloroso de la muerte cuando menos lo pensamos. Esto ha sido así para nuestro hermano Oswaldo y quedamos tristemente sorprendidos y consternados, ante todo los suyos, pero también cuantos lo conocíamos y apreciábamos desde hace tantos años. Conocí a Oswaldo al poco tiempo de llegar a La Habana como Pastor de esta Arquidiócesis, hace casi treinta años. Él era uno de los jóvenes que integraron aquél primer equipo juvenil que se reunía conmigo. En ese equipo estaba también la que después fue su esposa y madre de sus hijos. Me invitaba Oswaldo a que viniera a las tertulias que después de la Misa dominical tenían lugar en los salones parroquiales de esta Iglesia de El Cerro y acudí varias veces a ellas. Su fe cristiana, desde entonces y después, fue siempre firme y constante. Oswaldo tenía una clara vocación política y esto, como buen cristiano, no lo alejó de la fe ni de su práctica religiosa. Al contrario, siempre buscaba en su fe cristiana inspiración para su opción política. Y esto no lo alejaba de la Iglesia, porque la aspiración a participar en la vida política de la nación es un derecho y un deber del laico cristiano. La Iglesia pide a sus laicos que tengan una consideración especial del llamado del Evangelio a participar en la transformación de la humanidad, actuando en la medida de sus posibilidades, en el quehacer político de su país. La Iglesia, por medio del Magisterio de los Sumos Pontífices, lo ha repetido en muchas ocasiones. Recordemos las palabras del Papa Benedicto XVI en su discurso de despedida aquí en La Habana: “Que nadie se vea impedido de sumarse a esta apasionante tarea por la limitación de sus libertades fundamentales, ni eximido de ella por desidia o carencia de recursos materiales… descubran el genuino sentido de los afanes y anhelos que anidan en el corazón humano y alcancen la fuerza necesaria para construir una sociedad solidaria, en la que nadie se sienta excluido. Cristo, resucitado de entre los muertos, brilla en el mundo, y lo hace de la forma más clara, precisamente allí donde según el juicio humano todo parece sombrío y sin esperanza. Él ha vencido a la muerte – Él vive – y la fe en Él penetra como una pequeña luz todo lo que es oscuridad y amenaza”. Ahora bien, la llamada a una sana acción política y la solicitud de espacios para su realización presentada por la Iglesia a los gobiernos, está hecha a favor de los laicos. La jerarquía, Obispos y clero en general, no deben hacer opción política partidista en ningún caso. Hace algunos años, en su vista a La Habana como Presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, el Cardenal Etchegaray sostuvo una conversación con Oswaldo en la cual yo estaba presente. Allí repitió el Cardenal algunas palabras semejantes a las que acabo de expresar, sobre la Iglesia, el papel de sus pastores con respecto a la política y su diferencia con el papel de los laicos. Oswaldo dijo entonces con humildad y profundo sentimiento cristiano: “Yo sé que es así, aunque me costó trabajo reconocerlo al principio”. Queridos hermanos y hermanas, yo también sé que siempre fue así, que Oswaldo vivió el papel desgarrador de ser un laico cristiano con una opción política en total fidelidad a sus ideas, sin dejar por esto de ser fiel a la Iglesia hasta el día final de su vida. Fue amable y atento con su obispo, a quien siempre decía respetar y era cierto que lo hacía. Su fe y su amor a la Iglesia fueron constantes. A la luz de esa fe que él profesaba lo despedimos hoy y, sabiendo que la muerte no tiene la última palabra, lo ponemos en las manos misericordiosas de Dios Padre. Que esa misma fe sea consuelo y esperanza para los suyos y para cuantos lo querían. Así sea.

Monday, February 6, 2012

Sara Gonzalez


Hay dos tipos de artistas, los que componen y cantan y no pegan, y los que al hacerlo te inculcan un estribillo en el cerebro, y terminamos rindiéndonos a lo inevitable y tarareando sus canciones. Sara González pertenecía a este segundo grupo. Su música y canciones fueron parte de la banda sonora de esa revolución que en la década del 70, todavia joven y llena de proyectos y esperanzas para la isla, utilizaba el talento artístico de gente como la trovadora del barrio de Cayo Hueso para darle un toque tropical y hasta occidental al sobrio realismo socialista que emanaba de la URSS y sus satélites. Era un pais lleno de contradicciones, un lugar donde un gusano, hijo de siquitrillados como yo me sabia y cantaba aquello de "cada cuadra un comité" por que me gustaba como sonaba pero a la vez me cagaba en la madre de los chivatones que nos hacían la vida imposible a mi y a mi familia. Fue quizás por una especie de nostalgia masoquista por lo que me compré un casete de sus grandes éxitos en una tiendecita del bulevar San Rafael la ultima vez que estuve en Cuba.

Se fue la Sara, y según sus ultimas declaraciones en torno a la controversia Silvio-Pablito, murió obstinadamente fiel a ese sistema al que tanto cantó. Esa lealtad contrasta con la actitud muchos de sus colegas, que cambian el chaleco político de acuerdo al país que visitan... por si las moscas. Que en paz descanse